Algunos fragmentos
“Esto podría ser el infierno para mi”. El caleidoscopio se mueve con la serenidad y el aburrimiento de los días. Para ella, al final, no hubo infierno. Simplemente evitó vivir aquí. Las soluciones sencillas guían nuestros actos. La educación sentimental solo tiene una divisa: no sufrir. Aquello que se aparta puede ser llamado desierto, roca con apariencia de hombre, el pensador tectónico.
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Dice que está bien. Tú dices que estás bien y piensas que ella debe de estar realmente bien y que tú estás realmente bien. Su mirada es bellísima, como si viera por primera vez las escenas que deseó toda su vida. Después llega el aliento a podrido, los ojos huecos aunque ella diga (mientras tú permaneces callado, como en una película muda) que el infierno no puede ser el mundo donde vive. ¡Corten este texto de mierda!, grita. El caleidoscopio adopta la apariencia de la soledad. Crac, hace tu corazón.
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Las dos de la noche y la pantalla blanca. Mi perso- naje está sentado en un sillón, en una mano un ciga- rrillo y en la otra una taza con coñac. Recompone minuciosamente algunas escenas. Así, la desconoci- da duerme con perfecta calma. Luego le acaricia los hombros. Luego le dice que no la acompañe a la esta- ción. Allí observas una señal, la punta del iceberg. La desconocida asegura que no pensaba dormir con él. La amistad—su sonrisa entra ahora en la zona de las estrías—no presupone ninguna clase de infierno. Es extraño, desde aquí parece que mi personaje espanta moscas con su mano izquierda. Podría, cier- tamente, transformar su angustia en miedo si levan- tara la vista y viera entre las vigas en ruinas los ojillos de una rata fijos en él. Crac, su corazón. La paciencia como una cinta gris dentro del caleidoscopio que empiezas una y otra vez. ¿Y si el personaje hablara de la felicidad? ¿En su cuerpo de veintiocho años comienza la felicidad?
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Libro: Tres
Autor: Roberto Bolaño